7 estrategias para enseñar a tu hijo a vestirse solo

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Nuestro pequeño coge el jersey y quiere ponérselo solo… Es un momento importante en su vida y en la de sus padres. Estas estrategias de la psicóloga Christine Brunet pueden ayudarnos a enseñar a nuestro hijo a vestirse solo.

1. Animarle

Su deseo de vestirse solo es una noticia estupenda: es la señal de que tiene ganas de crecer, de que se identifica con sus padres o con sus hermanos mayores. Así, entra en una dinámica positiva que tenemos que fomentar y alentar. Si hacia los 3 años aún no ha tomado la iniciativa, conviene pedírselo y explicarle que vestirse también es cosa suya. Quizá no lo haya comprendido.

2. Jugar con él

Los juegos de motricidad fina (ensartar cuentas en un cordón, encajar formas, montar puzles…) y los juegos de coordinación (chocar las manos siguiendo secuencias repetitivas) mejoran su habilidad y facilitan sus movimientos a la hora de vestirse: pegar el velcro de los zapatos, meter un botón en su ojal, cerrar una cremallera o acertar con una manga.

3. Organizarse

Al pequeño le lleva su tiempo vestirse solo, ¡sobre todo por la mañana, cuando vamos con prisa! ¿La solución? Organizarse: la víspera, podemos elegir prendas fáciles de poner y dejarlas encima de una silla, a su altura y en el orden correcto, para evitar que se ponga los leotardos o el pantalón antes que la ropa interior. ¡Y despertarle 10 minutos antes!

4. Acompañarle

En lugar de desesperarse porque el niño no se viste con la suficiente rapidez, los padres pueden optar por la colaboración: él se pone un calcetín y papá o mamá le pone el otro. ¡Así, se reparte el trabajo y se divierten mientras ganan tiempo! Además, el pequeño comprende que, aunque quiera crecer, siempre podrá contar con sus padres.

5. Establecer una complicidad diferente

Si quiere vestirse solo, es porque crece y cada vez necesita un poquito menos a sus padres. Esto los llena de orgullo, claro, pero también les deja un nudo en el corazón y una pizca de nostalgia por el tiempo, que pasa demasiado deprisa. ¡Que los padres se tranquilicen! Aunque ya no vistan a su chiquitín, pueden seguir manteniendo con él una complicidad llena de ternura por otros caminos: haciéndole mimos en otros momentos, leyéndole cuentos, jugando con él… Paulatinamente, la proximidad con el niño se irá haciendo menos física: se trata de una evolución normal y deseable que los padres deben aceptar con naturalidad.

6. Aceptar los errores

A veces, los botones o los calcetines se le resisten. ¡No pasa nada! Si le cuesta ponerse el zapato derecho porque intenta meter el pie izquierdo, los padres pueden corregirlo con delicadeza: «Creo que sería mejor intentarlo con el otro pie…». Sobre todo, es importante no burlarse, ya que podría hacerle perder la confianza en sí mismo.

7. Tomar el relevo

Un día, quiere vestirse solo; al día siguiente, no quiere ni oír hablar del asunto… A veces, crecer y hacer las cosas solo resulta angustioso. Un niño pequeño necesita momentos de respiro en los que sus padres retomen la tarea de vestirlo hasta que manifieste de nuevo su deseo de desenvolverse «como un mayor».