4 causas del llanto del bebé (con sus soluciones)

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Cuando se hace daño, cuando tiene miedo o está enfadado, un niño pequeño llora. Dependiendo de la causa que las provoca, sus lágrimas requieren una respuesta distinta. Vamos a verlo caso por caso.

¿Por qué llora el bebé? 4 causas con sus soluciones

1. El niño llora cuando se hace daño

Todavía inseguro sobre sus piernecitas, tu hijo se cae y se hace un rasponazo en la rodilla. Inmediatamente se echa a llorar de forma desconsolada. «Es importante que los padres no se abalancen sobre él con cara de alarma. Esta actitud no haría más que transmitir su pánico al niño, lo que reforzaría el llanto», afirma la psicóloga Isabelle Filliozat, que asegura que lo más urgente en ese momento es desviar del dolor la atención del pequeño; por ejemplo, haciéndole que observe la rodilla herida. Con un tono de absoluta calma, se le puede decir: «Mira, ¿ves?, hay un poquito de arena en la rodilla. Ahora está rojita, ¡pero luego se va a poner morada!». Lo ideal es implicarlo en los primeros cuidados para situarlo en una posición activa y demostrarle que no está indefenso frente a lo que le acaba de ocurrir: el niño puede soplar sobre la herida o ayudar a pegar la tirita. Si después de unos minutos sigue llorando, es que el dolor persiste. En este caso, la prudencia aconseja consultar al médico.

2 El bebé está enfadado

¡Cataplam! La torre que estaba construyendo se ha derrumbado. El niño se pone a llorar y a dar patadas a los cubos caídos por el suelo. Así exterioriza su rabia, su decepción y su frustración ante un imprevisto. «Este llanto, si no dura mucho, no es de pena; al contrario, ¡es reparador! Mediante las lágrimas, el niño libera la tensión», aclara Isabelle Filliozat. Aun así, el adulto debe hacer algo. Puede expresar con palabras lo que ocurre: «¡Claro, estás enfadado porque se ha caído tu torre!». El lenguaje es imprescindible para estimular la inteligencia emocional del niño que, paulatinamente, irá aprendiendo a recurrir a la parte reflexiva del cerebro (no a la emocional) para atenuar sus arrebatos.

3. Los niños lloran cuando tienen miedo

Un payaso con una cara inquietante en un espectáculo, un trueno… y tu hijo empieza a llorar. «Los padres tienden a identificar este llanto con el miedo. En realidad, es más bien sorpresa», explica Isabelle Filliozat. Así que hay que evitar decirle «Qué miedo, ¿verdad?», porque le confunde y le impide identificar sus emociones. ¿Cómo actuar? Hacerle un mimo, pero algo ligero para pasar rápidamente a otra etapa, la de explicación y observación: «¿Sabes? Debajo de esa nariz roja, el payaso tiene una nariz como la tuya »; « Mira: en el cielo, primero se ve una luz, que es el relámpago, y después se oye el trueno… ». El mimo infunde al niño una seguridad puntual. El conocimiento y la comprensión le procuran una seguridad más duradera y le dan el poder de luchar contra sus miedos.

4. Lágrimas de tristeza en el bebé

¡Menudo drama! Su peluche favorito no aparece por ningún sitio y tu hijo llora sin consuelo. «Su pena contagia a los padres porque se trata de una separación: les hace revivir su propia tristeza cada vez que han tenido que dejarlo con su cuidadora o en el cole y no tenían ganas de hacerlo », explica Isabelle Filliozat. Sin renunciar a la empatía, hay que evitar dejarse llevar por la emoción del niño. Es preferible actuar, por ejemplo, escribiendo una carta al peluche, dictada por el niño o guiada por el adulto si el pequeño no habla bien todavía: «Querido osito: te quiero mucho y te echo de menos. Espero que estés bien… ». Tu hijo podrá dormir con la carta o dejarla cerca, sobre la mesilla… un buen objeto de sustitución, ¡al menos por el momento!