La aventura de aprender a leer en la infancia

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¿Os acordáis? Si aprendisteis a conducir, teníais que apañároslas para accionar tres pedales con los dos pies mientras sujetabais el volante sin dejar de mirar de frente, observar, anticipar… ¡Cuántos automatismos tuvisteis que adquirir! Pues vuestro hijo se encuentra en una situación parecida cuando aprende a leer.

Leer es una actividad compleja

Leer es una de las actividades mentales más complejas, porque obliga a hacer dos cosas muy diferentes a la vez: asimilar un código y dar sentido. Hay un ir y venir permanente entre la descodificación y la comprensión. Eso es posible gracias a la localización de pistas de todo tipo (la forma y el orden de las letras y de las palabras, la puntuación, el contexto, etc.).

El niño descubre primero el principio alfabético y luego aprende a dominarlo. Poco a poco, el entrenamiento le lleva a leer de modo más natural. El aprendizaje de la lectura es la automatización de la lectura de las palabras y de su comprensión. Todos los métodos de aprendizaje tienen en cuenta las dos tareas necesarias: el descifrado y la comprensión.

El descubrimiento de las palabras

Cuando aprenden a leer, algunos niños intentan adivinar las palabras y no tienen en cuenta todas las pistas que les permitirían leer realmente. Dirán, por ejemplo, “árbol” en lugar de “manzano”. Ahora bien, el acto de leer no solo consiste en atribuir un sentido a una palabra, sino en respetar la palabra exacta: leer es reproducir de forma fiel todo el texto escrito que tenemos ante nuestros ojos.

El proyecto de la lectura

Del mismo modo que hay diferentes tipos de textos (del álbum a la novela o la enciclopedia, pasando por el cómic, la pantalla del ordenador…), también hay diferentes estrategias de lectura: no leemos igual un listín telefónico que un cuento de hadas. Tampoco nos paseamos igual por una novela (lectura lineal) que por un texto de divulgación (lectura fragmentada). Siempre leemos con un objetivo: distraernos, comprobar una información, localizar un dato, viajar a un mundo imaginario… Vuestro hijo se convierte en lector precisamente al descubrir esta riqueza.