La etapa del NO en la infancia: cómo afrontarla con positividad

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Tu hijo acaba de aprender a hablar y ya ha hecho suya esta palabra: NO. ¡Cuánto poder encerrado en una sola sílaba! Popi analiza la etapa del no en la infancia, una fase inevitable y esencial.

Etapa del NO en la infancia: preguntas y respuestas

¿Cómo se manifiesta la etapa del NO?

Poco antes de cumplir los dos años, tu adorable angelito hace un descubrimiento que cambia su vida (y la vuestra): la palabra no. Y practica la fuerza de su negación: «¡Comer, no!», «¡Abrigo azul, no!», «¡Papá, no!»… Una dura prueba para la paciencia (legendaria) de los padres. Sobre todo, porque es un comportamiento sistemático. El pequeño nos lleva la contraria en todo: ni baño ni ducha; ni verde ni rojo; ni mamá ni papá. Por eso los anglosajones hablan de los terrible two para referirse a los dos años de edad. Y, por desgracia, es poco frecuente que la etapa haya acabado al cumplir los tres.

¿Esta etapa infantil es una buena señal?

UNO: es una etapa inevitable.

DOS: es esencial para su desarrollo.

Tu hijo no se cansa de repetir no, pero no es porque busque el conflicto ni para poneros a prueba, sino porque empieza a verse a sí mismo como un individuo de pleno derecho. Es más, no empezará a usar el pronombre personal yo hasta haber experimentado ampliamente con no. Esta etapa corresponde también a la adquisición de la autonomía física. El niño ya camina bien, lo que le permite tomar iniciativas. Todo ello contribuye a transmitir a su entorno el siguiente mensaje: «Soy alguien distinto de mis padres, me niego a seguir siendo uno con ellos. Y, para lograrlo, les digo “no”». En consecuencia, ¡es un no positivo!

¿Qué podemos hacer ante la fase del NO?

Tomarnos un tiempo para observar. Frente al no del niño, a menudo oscilamos entre dos actitudes:

• Ser muy severos e imponer a la fuerza nuestro punto de vista.

• Tirar la toalla en voz alta: «¡Se acabó! ¡Que haga lo que quiera!».

Estas dos posturas tienen sus límites. Cuantas más cosas exijamos al niño de forma autoritaria, más sentirá que no le dejamos ser él mismo. Y es más probable que se resista a ellas de un modo u otro. O que se someta sin buscar el desarrollo de su individualidad. Si tenemos en cuenta su no y dejamos que haga lo que quiera, le hacemos responsable de sus actos y de su elección, algo de lo que aún no es capaz: eso le desestabiliza y puede llevarle a querer desplazar los límites más y más. Es preferible tomarse un tiempo para pensar: «¿Busco a menudo para tener la última palabra?», «¿Tiro a menudo la toalla?». 

Qué podemos hacer ante esta fase negativa en el niño

Educar en el ejemplo: Escuchar el eco de nuestros noes: ¿No será que también es una de nuestras palabras favoritas? «¡No lo toques!», «¡No! ¡Ahora, no!», «¡No, eso, no!». Aunque el niño ya sabe hacer muchas cosas, todavía hay muchas otras que desearía hacer, pero no puede: se enfrenta a sus límites. Siente impotencia. ¡Eso duele! Es posible que nuestros noes reiterados le exasperen tanto como a nosotros.

Tomar nota de su deseo: Al margen de nuestra respuesta a su negativa, el niño merece que comprendamos y expresemos su deseo: «Te gustaría salir sin abrigo porque así te mueves con más libertad», o «Te gustaría comerte un caramelo antes de comer porque te encantan». Cuando el niño se da cuenta de que hemos comprendido su deseo, acepta mejor (¿con menos dificultad?) que nos opongamos con firmeza: «Fuera hace mucho frío, no puedes salir sólo con un jersey», o «En casa no se toman caramelos antes de comer».

Escoger bien las batallas: Cada vez que dice no, podemos preguntarnos: ¿su negativa es o no aceptable? ¿Es imprescindible enfrentarse por la elección de un pantalón? ¿Es importante que saque una lección de su negativa? Quiere salir sin chubasquero y está lloviendo… ¡Que se dé una vuelta por el jardín! ¿Y si su negativa tiene que ver con su necesidad de tiempo? Nos vamos al colegio en cinco minutos y no quiere calzarse. Tal vez es su modo de decir que no quiere ir tan acelerado por las mañanas. Quizá la solución sea poner el despertador un poco más temprano.

Hacerle reflexionar: «Mira por la ventana… ¿qué tiempo hace? ¿Cómo crees que tenemos que vestirnos para salir? ¿Y qué zapatos crees que tenemos que ponernos?»

Evitar el uso del imperativo: En lugar de ordenar «¡Ponte el gorro!», podemos dar un rodeo y ofrecerle una elección sencilla: «¿Qué prefieres ponerte antes, el gorro o la bufanda?».

Darle la posibilidad de decidir: «¿Dónde colgamos el dibujo del colegio, en la cocina o en el pasillo?». Atención: para los pequeños, es difícil escoger. El cerebro todavía no está entrenado para enfrentarse a las consecuencias de la elección. Hay que ofrecer opciones simples.

Evitar hacer por él las cosas que sabe hacer solo: En cuanto se presente la ocasión, hay que dejarle la iniciativa. Por ejemplo, un pequeño que gira la cabeza cada vez que le acercamos la cuchara llena de puré, puede que se lo coma de buena gana si le dejamos que se la lleve a la boca él solo. ¡Y no importa cómo quede la mesa!

Y recordar que no existen las recetas milagrosas, pero que esta etapa es fundamental para el niño.

Anne Bideault